Me encuentro escribiendo estas líneas a unos 14,000 kilómetros de México en lo que fuera mi casa durante 2 años. Esta pequeña península en medio del Golfo Arábico que, hasta antes del 2022, era un tanto desconocida y confundida con su vecino Dubái, me dio tanto y un puñado enorme de historias que contar qué, sin duda, serán parte de un par de capítulos del best-seller que algún día publicaré.
Aunque llevo ya mis buenos años trabajando en este mundo de los eventos deportivos internacionales y aunque no es la primera vez que emigro a otro país para trabajar en algún proyecto de estos o en alguna de las oficinas que la empresa tiene alrededor del mundo, Qatar fue diferente.
Y fue diferente por algunas obvias razones que sabía de ellas, incluso, hasta antes de tomar la decisión de irme hasta allá. Para empezar, me agarró más madurito (dije maduro y no viejo, para que ni me vayan a chingar con eso), la empresa me ofreció una nueva posición de mayor responsabilidad, fuera de una que otra estancia corta en la región, nunca había vivido una verdadera experiencia en el Medio Oriente, estábamos más o menos a la mitad de una pandemia global que en teoría iba a durar unas cuantas semanas y por más idas a Hermosillo que yo haya tenido en el pasado, los calores y humedad durante los meses de primavera/verano fue algo muy cabrón de experimentar en carne propia.
Pero fueron, precisamente, las otras cosas no tan obvias o de las que no lees en Wikipedia que le dan ese verdadero sabor a la experiencia y que, al pasar por aquí nuevamente, me abordan un tsunami de sentimientos que me resultan difíciles de explicar o expresar coherentemente.
Hoy por la mañana al salir del hotel y caminar hacia mi oficina en Tornado Tower en medio de West Bay, el centro financiero de Doha y con unos lentes empañados de a madre que sucede cuando te retiras del cómodo aire acondicionado del hotel, me acordé de la primera vez que caminé por Al Taawon Street a mi “nueva” chamba con el nerviosismo que cualquiera siente ante un lugar nuevo y me fue imposible no repasar todas las cosas que viví en estas calles y edificios así como con toda la gente que descubrí por estos rumbos.
Si tuviera que escoger una sola cosa que decir al respecto de mudarse a un país nuevo sería que NADA es lo que parece y nada es tal como nos lo presentan Instagram, YouTube, Hollywood, Laura en América, y demás. La cantidad de desinformación y preconcepciones erróneas que encontré sobre la región y el país fueron todas y aunque, naturalmente, hay cosas que incluso se quedan cortas (como el pinche calor), la oportunidad de ir descubriendo esas realidades poco a poco con una experiencia totalmente inmersiva es inigualable.
Mi posición dentro de la empresa y participando en la Copa Mundial de la FIFA™ me dio la gran oportunidad de poder platicar y escribir acerca de las realidades que hay en este país y aunque como en todos lados habrá un montón de cosas que no están al 100 o que tienen que mejorar, sin duda, encontré suficientes cosas que para mí en lo personal hicieran de esta, una de mis mejores experiencias de vida.
Me preguntan mucho cuál ha sido mi Mundial favorito y es una pregunta difícil de contestar por el contexto personal que me ha tocado vivir en cada uno de ellos. Haber vivido y trabajado para el Mundial de Sudáfrica en 2010 tendrá un lugar único en mi vida por haber sido mi primer Mundial, la primera vez que ya de adulto me mudaba al otro lado del mundo y simple y sencillamente por ser un país tan chingón con tantísimas cosas que ofrecer a las que no estamos acostumbrados; irte de safari a la vuelta de tu casa y ver animales salvajes de todo tipo en su hábitat natural, caminar con leones en una reserva o haber podido saludar de mano a Nelson Mandela, no tienen madre.
No me mudé a Rusia en el 2018 pero sí tuve la oportunidad de frecuentar ese país con regularidad en preparación al evento y estar más de 60 días seguidos basado en Moscú para el Mundial hicieron de mi experiencia por la capital de la ex Unión Soviética mucho mayor que el haber ido de turista; similar a Qatar, mi expectativa de Rusia fue en gran parte lo que nos venden en las películas de mafiosos rusos y encontrarme con un país y unas ciudades llenas de historia, cultura, chingo de buen vodka local y desmadre nocturno fueron para mí, en esa época de mi vida, de los mejores eventos y Mundiales que me haya tocado vivir.
Brasil fue un pedo y complicado por varias razones, pero aun así le tengo infinidad de cariño a lo que fue mi casa durante 3 meses el verano del 2014; cuando estuve viviendo en Inglaterra me tocó venir a México a trabajar en el Mundial Sub17 en el 2011 y el haber estado en mi país como “extranjero” en un evento qué además ganó la Selección Nacional también ponen a este Mundial juvenil en los primeros lugares de mis grandes recuerdos.
Ver la bandera mexicana ondear y el himno nacional entonarse en el Estadio Wembley cuando México ganó en fútbol los Juegos Olímpicos en Londres del 2012 me hizo llorar como si yo fuera el más ávido seguidor del futbol dejándome ese momento, ese espacio, ese sentimiento uno que atesoraré hasta el día que me muera. La realidad es que en los más de 45 eventos en lo que he podido participar alrededor del mundo, todos tienen lo suyo; excepto Nigeria en 2009, ese estuvo de la chingada y no hablaré más del tema hasta que salga mi libro.
A pesar de que la competencia está reñida, hoy por hoy puedo, convencido, afirmar que el Mundial del 2022 en Qatar ha sido mi favorito hasta el momento por miles de cosas que nunca terminaré de enunciar en su totalidad; ya veremos que depara el futuro y mi siguiente Mundial aquí “en casa”.
Y más allá de bonitos edificios, hoteles impresionantes, estadios de mi primer nivel, restaurantes todos los que te puedas imaginar, las partidas de madre que me di porque allá aprendí a kitear, lo que me llevo son los recuerdos, la gente, las largas jornadas arreglando alguna bronca de la chamba, la pedota con mis cuates que SÍ iban de vacaciones y yo al día siguiente a madrugar, lo que sufrí, lo que extrañé, lo que lloré y lo que reí… eso es lo que no tiene caducidad y lo que me estaré llevando cuando ya no me toque estar aquí y quizá también, la satisfacción de haber contribuido y participado en algo histórico que podré dejar como legado a mis hijos, nietos y bisnietos, porque dinero no hay ni habrá, me lo pienso gastar todo (sorry chavos, a chingarle como uno).
Te puede gustar o no el futbol; podrás no seguir los Mundiales ni los Messis, Ronaldos y demás, pero participar en estos eventos globales de tanta relevancia para el mundo y que pasan a formar parte de la historia de la humanidad, me llenan de humildad y de agradecimiento por la pura oportunidad de poder decir que ahí estuve.
En esta vuelta a Doha, mi ex casa, no me queda más que darle las gracias por todo lo que me dio en lo personal y laboral; con el corazón un tanto apachurrado por el jetlag y no por andar de sentimental (wink wink) y lleno de recuerdos abordando mi vuelo de regreso solo puedo esperar que esto no sea un adiós sino un hasta luego.
Sheikh Joselito
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